Somos lo que comemos, también en los centros educativo
Según los últimos datos sobre obesidad
en España, el 54,4% de las personas mayores de 18 años presenta
sobrepeso (37%) u obesidad (17,4%); un 32,1% de los menores de 7 a 13
años (22,9% sobrepeso y 9,2% obesidad) y un 19,7% de los de 2 a 6 años
(13% con sobrepeso y 6,7% con obesidad).
Estos alarmantes datos marcan un problema
presente y futuro, porque niños y niñas criados con exceso de peso
están expuestos a un mayor riesgo de padecerlo en la edad adulta.
Además, la obesidad infantil y juvenil es precursora de graves
enfermedades que cada vez aparecen a edades más tempranas (hipertensión,
colesterol, diabetes…).
Otro dato preocupante es que muchos
menores con sobrepeso u obesidad presentan serios problemas de
desnutrición, sobre todo en familias con escasos recursos. Consumen
muchas calorías vacías, sin nutrientes, lo que les hace engordar, pero
presentan serias carencias nutricionales.
Propuestas para centros
Respecto a la alimentación saludable, es
importante seguir las recomendaciones de la OMS, las autoridades
sanitarias y los nutricionistas, y no prestar atención a la publicidad
de la industria alimentaria que no nos alimenta y deteriora nuestra
salud.
Desde CCOO abogamos porque se revisen
profundamente las concesiones de los comedores escolares y las
cafeterías de los centros educativos. Sería conveniente que se siguieran
criterios de salud nutricional y calidad en lugar de los meramente
económicos.
Una primera medida sería impedir y evitar concesiones de comedor a servicios de catering,
apostando por la elaboración de la comida en los propios centros, que
primara la compra de productos de cercanía, frescos y de calidad.
También es necesario que en la elaboración de los menús infantiles se
sigan las recomendaciones de la OMS y del plato Harvard, alternativa a
la pirámide nutricional.
El plato Harvard
Apostamos por este modelo por haber sido
creado por expertos en nutrición de la Escuela de Salud Pública de
Harvard con el objetivo de servir de “guía para crear comidas saludables
y equilibradas”.
El 50% del plato y de nuestra ingesta
deben ser verduras y frutas, preferentemente frescas. Los zumos, incluso
los naturales, no más de un vaso al día: la fruta, mejor entera.
Los granos integrales (pan y pasta
integrales, arroz integral, avena…) deberían suponer un 25% de nuestra
alimentación, sacian más y aportan una gran cantidad de nutrientes; la
pirámide no distingue entre cereales integrales y refinados, siendo
estos últimos favorecedores de la obesidad y la diabetes, calorías
vacías carentes de nutrientes. El azúcar hay que suprimirlo. En nuestro
plato no aparece la bollería industrial.
La proteína saludable ocupa el otro 25%
del plato, de origen animal (pescados azules y pequeños no procedentes
de acuicultura y aves de corral) otra opción es la incorporación de
proteínas de origen vegetal (legumbres de todo tipo y frutos secos como
nueces, almendras, pistachos…). La pirámide no cuestiona apenas las
carnes procesadas, que en los comedores escolares no deberían aparecer
en el menú escolar.
Hay que potenciar en el currículo educativo lo relativo a una alimentación nutritiva y saludable, así como fomentar la actividad deportiva
Por último, se apuesta por grasas
vegetales de calidad (sin refinar) como el aceite de oliva virgen extra,
esencial y saludable consumirlo a diario; en la pirámide se sitúa en la
cúspide recomendando un consumo reducido. Limitar a 1-2 lácteos, y no
2-3 como en la pirámide. Se propone el agua como la única bebida para
hidratarnos y se suprimen los refrescos azucarados o edulcorados,
esenciales en la epidemia de obesidad.
Mientras en España…
En FECCOO coincidimos con el “Documento
de consenso sobre la alimentación en los centros educativos” coordinado
por los ministerios de Educación y Sanidad hace casi una década, que
pretendía mejorar la esperanza y la calidad de vida de nuestros
escolares.
Se establecieron límites por ración
basados en criterios de salud y científicos: máximo de 200 calorías,
máximo del 35% de las calorías procedentes de grasas, máximo de un 10%
de las calorías a partir de grasas saturadas, ausencia de ácidos grasos
trans (salvo los naturales de carnes y lácteos), máximo del 30% de las
calorías procedentes de azúcares totales, máximo de 0,5 g. de sal, nada
de edulcorantes artificiales, no servir productos con cafeína u otras
sustancias estimulantes, salvo las propias del cacao.
Este documento de consenso fue aprobado
por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Sin
embargo, el Congreso de los Diputados se plegó a las presiones y eliminó
los limites reseñados, para mantener el beneficio y lucro de la
industria alimentaria y de refrescos, que se veían fuera de los centros
escolares, en lugar de favorecer la salud de nuestra población escolar.
También creemos que hay que potenciar en
el currículo educativo lo relativo a una alimentación nutritiva y
saludable, así como fomentar la actividad deportiva. Esto es bueno para
nuestro alumnado y para todos.
Porque somos lo que comemos, los centros
educativos son fundamentales en esta lucha por la salud pública. Desde
la Federación de Enseñanza de CCOO defendemos que es urgente regular la
alimentación escolar respondiendo solo a criterios de salud y bienestar,
y no a intereses económicos.
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